lunes, 16 de enero de 2012

Vetusta Bols.

Dios, Hace demasiado tiempo que no cuelgo nada aquí... doy asco :(.

A ver si me pongo a subir todo lo que tengo escrito, empezando por esta historia corta basada en una canción que escuché hace tiempo ^^.

Sin más dilaciones, aquí os dejo la primera parte, prometo subir la segunda antes de... la semana que viene =P.

Saludos perrunos

Shun/Riks

R.
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La luna llena brilla en el cielo estrellado de una ciudad cualquiera, los solitarios gatos callejeros huyen de sus sombras, y los perros aúllan a la dama que se muestra en su plenitud en los cielos.

Parece una noche más, y lo será para la mayor parte de la humanidad, solo una pequeña parte de esta conoce la historia de Leo, un joven ladrón cuya carrera como tal parece que se acabará esta noche por los tejados de la vetusta ciudad de Bols.

La guardia imperial lo persigue, y el sabe que un simple fallo le costará su libertad, lo único real que tiene y lo que más aprecia, además, sabe lo que le espera si le atrapan, lleva siendo perseguido durante meses, desde que robo a la persona equivocada.

‘Pero era un error demasiado goloso’ – Piensa Leo mientras sigue corriendo

¿Cuál fue ese robo? Para ello nos tenemos que remontar cuatro o cinco meses atrás e irnos al palacio real, a la boda de la princesa Catherine

Después de la ceremonia y del banquete, cuando la feliz pareja se encontraba en sus aposentos, Leo fue más astuto que la guardia imperial y se coló por una ventana, robo varias joyas, entre las que se encontraba el collar de diamantes de la princesa, y como siempre dejó su marca, un papel con una huella de perro.

A los pocos días, empezó a ver carteles con su nombre, y una recompensa muy alta, por lo que empezó a esconderse y a huir de la justicia.

Lo que nos lleva al día de hoy.

Los guardias imperiales se van acercando más y más, y Leo ya está cansado de huir pero no podía dejarse atrapar, sabía que le esperaban los calabozos e incluso la horca.

Sabía que un descuido sería mortal, lo sabía.

Y aún así resbaló, y se deslizó por el tejado quedándose colgado de un canalón. La guardia ya lo había atrapado, su libertad estaba finiquitada.

Cuando la guardia llegó, lo subió, lo esposó y lo llevó al palacio real, exactamente a los calabozos, le pegaron una paliza y lo metieron en una celda, sabía que sus días estaban más que contados.

Y aún así, en ese momento no se arrepintió de lo que hizo, no tenía otra opción.

A las pocas horas de estar encerrado apareció el rey acompañado de la su hija, la princesa Catherine.

En ese momento cruzaron sus miradas, y en el corazón de ambos surgió una llama que no podrá apagarse, se sentía como millones de mariposas revoloteando por el interior de ambos y como que en ese momento ambos hubiesen ganado algo por haberse visto…